Alexandre Neddermann podría ser el nombre de un dandy de finales del siglo XIX. Un burgués con alma de artista residente en París. Preocupado por su imagen hasta la extenuación. Conocedor de las estrictas normas de vestir, pero siempre dispuesto a saltarselas. Ni que sea sutilmente. Seductor, literato, carismático. Hombre de ciudad, fascinado por los avances de la época. Un devorador de libros de poesía que se alimenta de conversaciones interminables y del humo de los cigarros. Que nunca sale de casa sin ir impecablemente vestido. Que no sigue la moda, la crea. Ya lo dejó escrito Baudelaire. Un dandy es la última resplandor de heroísmo en la decadencia. Alexandre Neddermann no es el nombre de un dandy. Pero podría serlo.
Las diseñadoras Carola Alexandre y Alba Neddermann primero fueron compañeras de trabajo. Después, amigas. Y, finalmente, aliadas. Ellas son las artífices de Alexandre Neddermann. Podría ser una marca más, pero no lo es. Empezaron hace tres años confeccionando algunas piezas. Las que ellas mismas se pondrían. La mayoría hechas con telas 'vintage', reflejándose en el esplendor del pasado. Ambas están obsesionadas por los detalles. Los botones perlados. La cremallera estratégica. El pliego mágico. La caída ideal. El vuelillos de encaje. Alexandre Neddermann alimenta de siluetas vintage y las actualiza. Una falda tubo. Una americana corta. Una camisa entallada. Una sobriedad que no tiene nada de simple. Al contrario, está muy estudiada. También sienten debilidad por los estampados. Flores que explotan, se abrazan, se devoran. Azaleas y buganvillas. En trajes seductores o en pantalones pitillo. Así han pintado Jardín Botánico, su colección de primavera-verano. Explorar con calma.
Mirallers. Este es el nombre de la calle del Born donde se amontonaba el gremio que se dedicaba a hacer y vender espejos. Allí donde un dandy se quedaría atrapado, sólo para ver reflejada su imagen mil y una veces. Carola Alexandre también estima Mirallers, pero por otras razones. En la esquina con Rosic encontró el espacio ideal para abrir una tienda. Un proyecto que soñaba desde hacía muchos años y que visualizó en un pequeño local con un techo portentoso, decorado con pinturas bicentenarias. Tan viejas, quizás, como las vigas de madera que dicen que el dueño del edificio se hizo traer de Cuba. Mobiliario mínimo, luz tenue, escenografía amable. Bienvenidos a Ivori.
Sólo tiene unos meses de vida. Pero ya apunta maneras. Necesitamos más tiendas como ésta, que reflejen la personalidad y los gustos del propietario. Como si fueran un espejo. En Ivori encontraréis la colección completa de Alexandre Neddermann. Lógico. Pero también hay marcas afines. De hecho, la mayoría son de amigas de Carola. Comparten gustos e inquietudes. Por eso las piezas reflejan las unas con las otras. Las camisolas de seda de María Roch, los jerseys de lana de Borne by Elise Berger y los vestidos de pliegos de Name: conviven con naturalidad con las piezas afrancesadas y de aire retro de Alexandre Neddermann. El hilo conductor es obvio: una apuesta decidida por el diseño de aquí. Y hecho aquí. Y con un criterio muy personal. Todo lo que contiene es lo que le gusta a Carola. Ella tampoco sigue ninguna moda, la crea.
En Ivori también hay lugar para los accesorios. Pocos, pero bien elegidos. Zapatos de Mus & Roewer y de Naguisa, bolsas de piel de Lubochka, colgantes de cuarzos de Princesa de la boca de fresa y unos collares-monedero de ganchillo de Las Plumé, un trío creativo formado por una madre y dos hijas. Una de ellas, la ilustradora Bet Moret, diseñó el logo de la tienda, inspirado en un motivo pictórico del techo. Esta es la clase de detalles que hacen grande al pequeño Ivori, el nombre que ha elegido también Carola para comenzar su marca en solitario. Seductora, carismática. Quizá. Pero, sobre todo, muy libre. Para crear lo que quiera, cuando ella quiera. Desde un divertido top de punto desfilado hasta un elegante pañuelo surgido de un recorte de seda.